*

Ibas de camino a casa cuando moriste. 
Fue en un accidente de coche como otro cualquiera. Nada especial, pero fatal de todas formas.
Dejaste una viuda y dos huérfanos. Fue una muerte indolora. Los servicios de emergencia hicieron lo posible por salvarte, pero fue inútil.
Tu cuerpo estaba tan destrozado que estás mejor así, créeme. 
Y en ese momento es cuando me conociste. 
“¿Qué? ¿Qué ha pasado? Preguntaste. “¿Dónde estoy?” 
“Has muerto” dije tranquilamente, nunca me gustó suavizar las cosas. 
“Había un… un camión y estaba derrapando…” 
“Sí,” dije.
*

*

*
“Yo… ¿Estoy muerto?” 
“Sí. Pero no te sientas mal. Todo el mundo muere.” Dije. 
Miraste alrededor. No había nada. Solo tú y yo. “¿Qué es este lugar?” Preguntaste. “¿Es esto el más allá?” 
“Más o menos,” dije. 
“¿Eres dios?” Preguntaste. 
“Sip,” Dije. “Soy Dios.” 
“Mis hijos… mi esposa…” dijiste. 
“¿Qué quieres saber?” 
“¿Estarán bien?” 
“Eso es lo que me gusta” Dije. “Acabas de morir y tu principal preocupación es tu familia. Eso es ser bueno”
*
*

*

Me miraste con fascinación. Para ti yo no tenía pinta de Dios. Aparentaba ser como cualquier otro hombre, o como una mujer.
A lo mejor una figura de autoridad. Más como un maestro de escuela que como El Todopoderoso. 
“No te preocupes” Te dije. “Estarán bien. Tus hijos te recordarán como alguien perfecto en todos los sentidos. No tuvieron tiempo suficiente como para empezar a despreciarte.
Tu mujer llorará de puertas afuera, pero estará secretamente aliviada.
Para serte sincero, tu matrimonio se iba a pique. Si te sirve de consuelo, se sentirá culpable de ese sentimiento de alivio”.
*
*
*
“Oh” dijiste “¿Qué pasa ahora? ¿Voy a ir al cielo, al infierno o a algo así?” 
“Nada de eso” dije. “Vas a reencarnarte”. 
“Ah, o sea que los Hindúes aciertan”. 
“Todas las religiones tienen razón, cada una a su manera” dije. “Demos un paseo”.
*
*
*
Me seguiste mientras caminábamos por el vacío.
“¿Adónde vamos?”
“A ninguna parte en concreto. Es que es agradable hablar mientras caminamos”
“Entonces… ¿Cómo va esto?” Preguntaste. “Cuando nazca estaré vacío ¿No? Un bebé. Todas las experiencias y todo lo que he vivido en esta vida no habrán importado”.
“¡De ninguna manera!” Te aseguré “Dentro de ti están todos los conocimientos y las experiencias de tus vidas pasadas. Lo que ocurre es que no los recuerdas”
*
*
*
Dejé de caminar y te cogí por los hombros. “Tu alma es más maravillosa, bella y grandiosa de lo que puedas imaginar.
Una mente humana sólo podría contener una pequeña fracción de lo que tú eres
 Es como meter el dedo en un vaso de agua para saber si está caliente o fría. Pones una parte de ti en el vaso y cuando la sacas ya tienes todas las experiencias que tenía”. 
“Has estado en un humano durante los últimos 48 años, así que no te has desperezado todavía y no has sentido tu inmensa consciencia.
Si nos quedáramos aquí tiempo suficiente, empezarías a recordarlo todo. Pero no tiene sentido hacerlo entre cada vida”. 
“Entonces, ¿Cuántas veces me he reencarnado ya?” 
“Oh, muchas. Muchísimas. Y en muchas vidas diferentes”. Dije. “Esta vez vas a ser una campesina china en el 540 a. C.”
*
*
*
“¿Cómo? ¿Qué?”. Balbuceaste. “¿Me mandas atrás en el tiempo?” 
“Bueno, supongo que técnicamente sí. El tiempo tal y como lo conoces sólo existe en tu universo.
Las cosas son diferentes de donde yo vengo.” 
“¿De donde vienes?” Me preguntaste. 
“Oh, bueno” expliqué. “Yo vengo de un sitio. De otro sitio. Y hay otros como yo.
Sé que te gustaría saber como es aquello, pero honestamente, no creo que lo entendieses”.
*
*
*
“Ah,” -estabas decepcionado- “Pero espera. Si me reencarno en otros sitios y en otras épocas, podría haber interactuado conmigo mismo en algún momento”. 
“Sí, seguro. Pasa continuamente.
Y como cada una de las vidas sólo es consciente de sí misma, ni siquiera te enterarás de lo que está ocurriendo”
*
*
*
“¿Entonces cuál es el propósito de todo esto? 
“¿En serio?” Pregunté. “¿En serio me preguntas cuál es el sentido de la Vida? ¿No es un topicazo?” 
“Bueno, es una pregunta razonable” Insististe. 
Te miré a los ojos. “El sentido de la Vida, la razón por la que he hecho todo este universo es para que crezcas”. 
“¿Te refieres a la humanidad? ¿Quieres que maduremos?” 
“No. Sólo tú.

*

*

*

He hecho este universo para ti.
Con cada nueva vida creces, maduras y te conviertes en un intelecto cada vez mayor y más grandioso”. 
“¿Sólo yo? ¿Qué pasa con el resto de la gente?” 
“No hay nadie más.” Afirmé.

*

*

*

“En este universo solo estamos tú y yo”. 
Me miraste fijamente. “Pero el resto de la gente…” 
“Todos tú. Diferentes reencarnaciones de ti”. 
“¿Cómo? ¿Soy todo el mundo?” 
“Ya lo vas entendiendo” Dije mientras te felicitaba con una palmada en la espalda.
*
*
*
“¿Soy cada ser humano que ha vivido?” 
“Y que vivirá, sí” 
“¿Soy Julio César?” 
“Y también eres Marco Bruto” Añadí. 
“Soy… ¿Hitler?” Dijiste con miedo. 
“Y los millones a los que asesinó” 
“¿Soy Jesús?” 
“Y todos los que le siguieron.” 
Te quedaste callado.
*
*
*
“Cada vez que torturabas a alguien” Te dije, “Te estabas torturando a tí mismo.
Cada acto de amabilidad que has tenido, ha sido por ti.
Cada momento feliz o triste experimentado por cualquier humano lo fue o será experimentado por ti”. 
Te quedaste pensando largo rato. 
“¿Por qué?” Me preguntaste. “¿Por qué haces esto?” 
“Porque algún día, tu serás como yo. Porque eso es lo que eres.
Eres uno de mi especie. Eres mi hijo”.

*

*

*

“Guau,” dijiste incrédulo. “¿Quieres decir que soy un dios?” 
“No. Todavía no. Eres un feto que todavía está creciendo.
Cuando hayas vivido cada vida humana posible, habrás crecido lo suficiente para nacer”. 
“O sea que todo el universo no es más que…” 
“Un huevo” Te respondí. “Ahora es el momento de que vayas a tu siguiente vida”. 
Y te envié a tu destino.

*

                                                      Por: Andy Weir 

Traducción: Ponzonha

*

 

LA CIUDAD DE LOS POZOS. Cuento de JORGE BUCAY

 

Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes… pero pozos al fin. Los pozos se diferenciaban entre sí, no solo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.

 

La comunicación entre ellos era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado. Un día llegó a la ciudad una ‘moda’ que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.

 

Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.

 

Pasó el tiempo… La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior… Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose. No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.

 

Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad… Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho.

 

Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido… Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.

 

Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho… Un día, sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: adentro, muy adentro, y muy en el fondo encontró agua. Nunca antes otro pozo había encontrado agua…

 

El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. (…). La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar ‘El Vergel’.

 

Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro. -Ningún milagro- contestaba el Vergel- hay que buscar en el interior, hacia lo profundo… Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse.

 

(… ) En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío… Y también empezó a profundizar…Y también llegó al agua… Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo (…).

 

Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma… Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.

 

Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:

 

La comunicación profunda sólo la consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar…

 

Y llovieron flores,...

(extacto del libro de Osho)

 

“Subhuti era uno de los discípulos de Buda. Él pudo comprender la potencia del vacío -el punto de vista de que nada existe- excepto en su relación de subjetividad y  objetividad.

 

Un día, cuando Subhuti estaba sentado bajo un árbol en un estado de sublime vacío, empezaron a caer flores a su alrededor….

“Te alabamos por tu discurso sobre el vacío”, le susurraron los dioses. “Pero yo no he hablado del vacío”, dijo Subhuti. “No has hablado del vacío, no, hemos oído al vacío”, respondieron los dioses. “Esto es verdadero vacío”.


Y cayeron flores sobre Subhuti como lluvia…

Sí, sucede. No es una metáfora, es un hecho -así que no
te tomes esta historia metafóricamente. Es literalmente
verdad. Porque la totalidad de la existencia se siente
feliz, dichosa, extática, incluso cuando es una sola
alma quien alcanza lo supremo.

Somos parte de la Totalidad y la Totalidad no es
indiferente a nosotros, no puede serlo. ¿Cómo va a ser
una madre indiferente a su hijo? Es imposible. Cuando el
niño crece, la madre también crece con él. Cuando el
niño es feliz la madre también es feliz con él. Cuando
el niño danza, algo danza también en la madre. Cuando el
niño está enfermo, la madre está enferma. Cuando el niño
es desdichado, la madre es desdichada. Porque no son
dos; son uno. Sus corazones laten a un mismo ritmo.

 

La Totalidad es nuestra madre.

La Totalidad, lo perfecto, no es indiferente.
Permitamos que ésta verdad penetre en nuestro corazón tan
profundamente como sea posible, porque incluso esta
consciencia de que la Totalidad se siente feliz contigo,
te cambiará…

Entonces ya no estás alienado, ya no eres
un extranjero aquí. Ya no eres un vagabundo, sin hogar,
porque todo es un hogar. Y la Totalidad es tu madre, te
cuida, te ama. Así que es natural que cuando alguien se
convierte en un Buda, y alcanza la cima suprema, toda la
existencia danza, toda la existencia canta, toda la
existencia lo celebra. Es literalmente verdad. No es una
metáfora, recuerda; de otra forma errarás toda la
cuestión.

 

Llueven flores, y continúan lloviendo -nunca se detienen.
Las flores que llovieron para Subhuti aún siguen lloviendo.
Tú no las puedes ver, no porque no estén cayendo, solamente,
porque no eres capaz de verlas.

 

La existencia continúa la celebración infinitamente, por
todos los Budas que han sido, por todos los Budas que
están siendo, y por todos los Budas que serán, porque
para la Existencia no hay pasado, presente y futuro. Es
una continuidad. Es eternidad. Sólo existe el ahora, el
ahora infinito.

 

Aún llueven, pero no puedes verlas.

A no ser que caigan sobre ti, no puedes verlas; y cuando
las veas cayendo para ti, verás que han estado lloviendo
para todos los Budas, para todas las almas iluminadas.

La primera verdad es que a la Existencia le importa lo
que te sucede. La existencia está orando continuamente
para que te suceda lo Supremo. De hecho, tú no eres otra
cosa que una mano extendida por la Totalidad para
alcanzar lo supremo.

 

No eres otra cosa que una ola que viene de la Totalidad para tocar la luna. No eres otra cosa que una flor abriéndose, para que la Totalidad se llene de fragancia a través de la propia Realización.

Si puedes abandonarte a tí mismo, esas flores pueden
llover ésta misma mañana, en este mismo momento. Los
Dioses siempre están dispuestos. Sus manos siempre están
llenas de flores. Simplemente observan y esperan. Cuando
alguien se vuelve un Subhuti -vacío-; cuando alguien está
ausente, de pronto empiezan a caer flores”.

 

Osho

El Hombre de las Mariposas

 

    Lo conocí una mañana calurosa de verano, paseando por la exuberante belleza de la naturaleza que generosa regalaba a mis sentidos aromas, colores, sensaciones hermosas y nuevas. Era mi primera visita a aquel paisaje espectacular donde el agua de los saltos se funde con el cielo y el ruido que hace al romper contra las rocas te deja admirando en silencio el concierto de la Madre Tierra.

 
   Yo era un niño inquieto disfrutando con su madre cuando algo llamó mi atención, frente a una cascada había un hombre cerca de la baranda de la pasarela, estaba parado recto, con los brazos al costado del cuerpo y las palmas de las manos hacia arriba, como esperando recibir algo del cielo. Quizás para mucha gente pasaba desapercibido pero a mí me atraía algo especial de aquella persona. Me acerqué despacio pero no mucho y quedé mirándolo unos segundos. Mi madre andaba por detrás un poco alejada, controlando mis movimientos pero no interviniendo con ellos. El señor era un hombre mayor, calvo, de estatura mediana, vestía camisa, bermudas y ojotas, como cualquier turista en verano. Al acercarme noté que tenía los ojos entre cerrados como cuando uno quiere ver las cosas borrosas. Mi timidez me hacía mantener cierta distancia y mientras miraba su rara postura presencié algo extraño y maravilloso a la vez. Decenas de mariposas coloridas volaban hacia él para apoyarse en su cuerpo. Las mariposas estaban sobre un montón de floridos arbustos y se sentían atraídos por este señor calvo. No podía creer lo que estaba viendo. Me di vuelta para buscar a mi madre y vi que ella también lo estaba viendo junto a otras personas que pararon su marcha. Las mariposas volaban de las flores hacia él y por unos segundos se posaban sobre su cuerpo, luego volvían al arbusto, así varias veces. En un momento, sonriendo gira su cabeza hacia mí con movimientos muy lentos. Yo no entendía que pasaba pues muchas veces he querido tomar una mariposa con mis manos y siempre las encontraba ariscas y este señor las tenía domesticadas, como amaestradas.
 
-¿Quieres que se posen en ti?- me dijo suavemente como no queriendo despertar el momento.
 
Yo asentí con mi cabeza, con la timidez característica de un crío.
 
-¿Te gustan las mariposas?- me preguntó.
 
-Sí, mucho- le contesté ganándose mi confianza.
 
-¿Cómo puede hacer eso?- le pregunté enseguida disolviendo definitivamente mi timidez.
 
-Tienes que compartirles tu Amor- me dijo volviendo su mirada al frente y tomando aire profundamente logró que las mariposas volvieran a posarse en él.
 
-Pero, ¿yo no puedo hacer eso?, yo no sé su idioma, no sé cómo decirles que se acerquen, que soy su amigo, que no teman, que no les voy a hacer daño- le contesté desilusionado.
 
-Presta atención en lo que te voy a compartir y sigue estos pasos. Lograrás lo que tu corazón quiera- afirmó con dulzura y siguió.
 
-Siente tu Amor hacia ellas primero dentro de ti. Para eso debes ser una mariposa, debes creer que puedes serlo. Imagínate volando con ellas gozando de la Naturaleza, compartiendo ese Amor con otras. ¿Puedes hacerlo?, cierra tus ojos e inténtalo.
 
-¡Claro!- aseguré con vehemencia. Cuando somos niños rompemos con facilidad nuestras limitaciones mentales.
 
Al cerrar mis ojos mi nuevo amigo continuó hablando.
 
-Lo que decimos es muy importante, por eso no te limites con tus dichos. Desde el corazón podemos hacer lo que queramos. Cuando deseas algo profundamente puedes conseguirlo. Pero ten en cuenta algo ante todo: eso que tú deseas puede ser tan solo un capricho, algo pasajero y la satisfacción al conseguirlo pasará y si no lo consigues dolerá.
 
Con mis ocho años yo no entendía muy bien esas palabras, pero sentí que en algún momento las comprendería completamente. Todavía con los ojos cerrados seguí escuchando atentamente.
 
-Te daré una fórmula sencilla para que te des cuenta de la diferencia entre un capricho pasajero y lo que tu Ser quiere vivir. Debes preguntarte:
Al conseguir lo que quiero, ¿hago feliz a alguien más?... la respuesta debe venir de tu Corazón.
 
En ese momento hizo una pausa en su hablar y sentí la importancia de lo que me había transmitido.
 
-No hay nada de malo en satisfacer caprichos, son experiencias, pero es importante saber la diferencia, ya que tu Ser en algún momento te lo hará notar.
 
Él sabía que mucho de lo que me estaba diciendo; yo no lo entendería en aquel momento, pero era una enseñanza para el camino de la vida. Inmóvil por aquellas palabras continué atento y en silencio.  
 
-Con nuestras amigas las mariposas es lo mismo, debemos hacerlas felices y vendrán hacia ti. Ellas deben sentir eso. Transmíteles con el pensamiento que las cuidarás y protegerás, que quieres ser su compañero por siempre, y estarán felices por tenerte como amigo. Ese pensamiento sale por el centro de ti.
 
Seguí con detalle la información que estaba recibiendo y la asimilé con naturalidad, quizás el tiempo me diría que simplemente estábamos recordando algo. Al imaginarme amigo de ellas, amándolas, compartiendo el momento, sentí un cosquilleo en mi cuerpo y al abrir los ojos vi que me encontraba envuelto en mariposas y un resplandor de luz blanca me rodeaba. Eran un montón, mamá se acercó para verme y noté lágrimas en sus ojos, lágrimas de felicidad. Ella también era feliz en ese momento. En unos segundos estaba junto a mucha gente y las mariposas poco a poco emprendían su vuelo. Yo sonriente y feliz gozaba con lo que me pasaba, mi nuevo amigo se alejó entre la muchedumbre y guiñándome un ojo se despidió marcando mi alma para siempre.  
 
Pasaron los años y crecí. Reconozco que mis elecciones me llevaron a satisfacer caprichos como decía mi amigo, quizás necesitaba vivir esas experiencias de las que él me habló una mañana de verano para que mi Ser me haga notar la diferencia.
 
Hoy recuerdo aquello vivido de pequeño y llevo esa enseñanza como mi guía.
 
Cuando mi Ser resuena con algo, creo que soy capaz de hacerlo, no tengo dudas, entonces me pregunto ¿hago feliz a alguien más?... y espero la respuesta de mi Corazón.
 

Estoy empezando de nuevo y algunas mariposas ya vienen a posarse en mi ventana.

 

Diego Alcalde

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