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Por: Andy Weir
Traducción: Ponzonha
LA CIUDAD DE LOS POZOS. Cuento de JORGE BUCAY
Esta ciudad no estaba habitada por personas, como todas las demás ciudades del planeta. Esta ciudad estaba habitada por pozos. Pozos vivientes… pero pozos al fin. Los pozos se diferenciaban entre sí, no solo por el lugar en el que estaban excavados sino también por el brocal (la abertura que los conectaba con el exterior). Había pozos pudientes y ostentosos con brocales de mármol y de metales preciosos; pozos humildes de ladrillo y madera y algunos otros más pobres, con simples agujeros pelados que se abrían en la tierra.
La comunicación entre ellos era de brocal a brocal y las noticias cundían rápidamente, de punta a punta del poblado. Un día llegó a la ciudad una ‘moda’ que seguramente había nacido en algún pueblito humano: La nueva idea señalaba que todo ser viviente que se precie debería cuidar mucho más lo interior que lo exterior. Lo importante no es lo superficial sino el contenido.
Así fue como los pozos empezaron a llenarse de cosas. Algunos se llenaban de monedas de oro y piedras preciosas. Otros, más prácticos, se llenaron de electrodomésticos y aparatos mecánicos. Algunos más optaron por el arte y fueron llenándose de pinturas, pianos de cola y sofisticadas esculturas posmodernas. Finalmente los intelectuales se llenaron de libros, de manifiestos ideológicos y de revistas especializadas.
Pasó el tiempo… La mayoría de los pozos se llenaron a tal punto que ya no pudieron incorporar nada más. Los pozos no eran todos iguales así que, si bien algunos se conformaron, hubo otros que pensaron que debían hacer algo para seguir metiendo cosas en su interior… Alguno de ellos fue el primero: en lugar de apretar el contenido, se le ocurrió aumentar su capacidad ensanchándose. No paso mucho tiempo antes de que la idea fuera imitada, todos los pozos gastaban gran parte de sus energías en ensancharse para poder hacer más espacio en su interior.
Un pozo, pequeño y alejado del centro de la ciudad, empezó a ver a sus camaradas ensanchándose desmedidamente. El pensó que si seguían hinchándose de tal manera, pronto se confundirían los bordes y cada uno perdería su identidad… Quizás a partir de esta idea se le ocurrió que otra manera de aumentar su capacidad era crecer, pero no a lo ancho sino hacia lo profundo. Hacerse más hondo en lugar de más ancho.
Pronto se dio cuenta que todo lo que tenia dentro de él le imposibilitaba la tarea de profundizar. Si quería ser más profundo debía vaciarse de todo contenido… Al principio tuvo miedo al vacío, pero luego, cuando vio que no había otra posibilidad, lo hizo.
Vacío de posesiones, el pozo empezó a volverse profundo, mientras los demás se apoderaban de las cosas de las que él se había deshecho… Un día, sorpresivamente el pozo que crecía hacia adentro tuvo una sorpresa: adentro, muy adentro, y muy en el fondo encontró agua. Nunca antes otro pozo había encontrado agua…
El pozo superó la sorpresa y empezó a jugar con el agua del fondo, humedeciendo las paredes, salpicando los bordes y por último sacando agua hacia fuera. (…). La vida explotó en colores alrededor del alejado pozo al que empezaron a llamar ‘El Vergel’.
Todos le preguntaban cómo había conseguido el milagro. -Ningún milagro- contestaba el Vergel- hay que buscar en el interior, hacia lo profundo… Muchos quisieron seguir el ejemplo del Vergel, pero desandaron la idea cuando se dieron cuenta de que para ir más profundo debían vaciarse.
(… ) En la otra punta de la ciudad, otro pozo, decidió correr también el riesgo del vacío… Y también empezó a profundizar…Y también llegó al agua… Y también salpicó hacia fuera creando un segundo oasis verde en el pueblo (…).
Un día, casi por casualidad, los dos pozos se dieron cuenta de que el agua que habían encontrado en el fondo de sí mismos era la misma… Que el mismo río subterráneo que pasaba por uno inundaba la profundidad del otro.
Se dieron cuenta de que se abría para ellos una nueva vida. No sólo podían comunicarse, de brocal a brocal, superficialmente, como todos los demás, sino que la búsqueda les había deparado un nuevo y secreto punto de contacto:
La comunicación profunda sólo la consiguen entre sí, aquellos que tienen el coraje de vaciarse de contenidos y buscar en lo profundo de su ser lo que tienen para dar…
(extacto del libro de Osho)
“Subhuti era uno de los discípulos de Buda. Él pudo comprender la potencia del vacío -el punto de vista de que nada existe- excepto en su relación de subjetividad y objetividad.
Un día, cuando Subhuti estaba sentado bajo un árbol en un estado de sublime vacío, empezaron a caer flores a su alrededor….
“Te alabamos por tu discurso sobre el vacío”, le susurraron los dioses. “Pero yo no he hablado del vacío”, dijo Subhuti. “No has hablado del vacío, no, hemos oído al vacío”, respondieron los dioses. “Esto es verdadero vacío”.
Y cayeron flores sobre Subhuti como lluvia…
Sí, sucede. No es una metáfora, es un hecho -así que no
te tomes esta historia metafóricamente. Es literalmente
verdad. Porque la totalidad de la existencia se siente
feliz, dichosa, extática, incluso cuando es una sola
alma quien alcanza lo supremo.
Somos parte de la Totalidad y la Totalidad no es
indiferente a nosotros, no puede serlo. ¿Cómo va a ser
una madre indiferente a su hijo? Es imposible. Cuando el
niño crece, la madre también crece con él. Cuando el
niño es feliz la madre también es feliz con él. Cuando
el niño danza, algo danza también en la madre. Cuando el
niño está enfermo, la madre está enferma. Cuando el niño
es desdichado, la madre es desdichada. Porque no son
dos; son uno. Sus corazones laten a un mismo ritmo.
La Totalidad es nuestra madre.
La Totalidad, lo perfecto, no es indiferente.
Permitamos que ésta verdad penetre en nuestro corazón tan
profundamente como sea posible, porque incluso esta
consciencia de que la Totalidad se siente feliz contigo,
te cambiará…
Entonces ya no estás alienado, ya no eres
un extranjero aquí. Ya no eres un vagabundo, sin hogar,
porque todo es un hogar. Y la Totalidad es tu madre, te
cuida, te ama. Así que es natural que cuando alguien se
convierte en un Buda, y alcanza la cima suprema, toda la
existencia danza, toda la existencia canta, toda la
existencia lo celebra. Es literalmente verdad. No es una
metáfora, recuerda; de otra forma errarás toda la
cuestión.
Llueven flores, y continúan lloviendo -nunca se detienen.
Las flores que llovieron para Subhuti aún siguen lloviendo.
Tú no las puedes ver, no porque no estén cayendo, solamente,
porque no eres capaz de verlas.
La existencia continúa la celebración infinitamente, por
todos los Budas que han sido, por todos los Budas que
están siendo, y por todos los Budas que serán, porque
para la Existencia no hay pasado, presente y futuro. Es
una continuidad. Es eternidad. Sólo existe el ahora, el
ahora infinito.
Aún llueven, pero no puedes verlas.
A no ser que caigan sobre ti, no puedes verlas; y cuando
las veas cayendo para ti, verás que han estado lloviendo
para todos los Budas, para todas las almas iluminadas.
La primera verdad es que a la Existencia le importa lo
que te sucede. La existencia está orando continuamente
para que te suceda lo Supremo. De hecho, tú no eres otra
cosa que una mano extendida por la Totalidad para
alcanzar lo supremo.
No eres otra cosa que una ola que viene de la Totalidad para tocar la luna. No eres otra cosa que una flor abriéndose, para que la Totalidad se llene de fragancia a través de la propia Realización.
Si puedes abandonarte a tí mismo, esas flores pueden
llover ésta misma mañana, en este mismo momento. Los
Dioses siempre están dispuestos. Sus manos siempre están
llenas de flores. Simplemente observan y esperan. Cuando
alguien se vuelve un Subhuti -vacío-; cuando alguien está
ausente, de pronto empiezan a caer flores”.
Osho
Lo conocí una mañana calurosa de verano, paseando por la exuberante belleza de la naturaleza que generosa regalaba a mis sentidos aromas, colores, sensaciones hermosas y nuevas. Era mi primera visita a aquel paisaje espectacular donde el agua de los saltos se funde con el cielo y el ruido que hace al romper contra las rocas te deja admirando en silencio el concierto de la Madre Tierra.
Estoy empezando de nuevo y algunas mariposas ya vienen a posarse en mi ventana.
Diego Alcalde
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